Las pruebas del delito eran evidentes;
sobre la mesa maceraban,
aliñadas por el cansino tiempo,
las horas adormecidas...
Luego, sin mediar palabra,
un segundo abandonó su puesto
y el minuto, incompleto,
se tendió para dejarse morir.
Retumban los siglos y
se detiene el Universo
que cae del vacío.
La obscuridad reina,
es el silencio su consorte.
Es espléndido, señor poeta.
ResponderEliminar¡Enhorabuena!