Se buscaban ávidamente
y en la muerte se encontraron
pálidas, hinchadas, fétidas...
Reconocerse en un segundo
y expirar al unísono
sin ser, sin hablar, mirándose...
¡Prended ahora los inciensos!
¡Tomad los cuerpos y quemadlos!,
pero sin fuego, sin calor,
será su ígneo dolor
la pira funeraria esperada,
sin testigos ni oferentes.
Solos. Como sus propias vidas.
Simples y torturados
por los mismos sentimientos,
por las mismas gentes,
por el mismo Amor.
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