De la noche el rumor asombrado,
de lánguida luna las mejillas plateadas,
en la alcoba, de la soledad tiernamente abrazado
quedo añoraba los dulces cariños de la amada.
Ora mi mano mesaba suave su cabello enmarañado,
ora sus cálidos ojos en mí depositaban la mirada,
trémulos los labios se fundían en un beso apasionado,
enlazados los corazones, unidas nuestras almas
cual dos ríos que unen hacia el mar los pasos,
desbordado el amor al paraíso nos arrastraba.
En un intenso instante nuestros cuerpos se abrazaron
y callados todo lo dijeron sin necesidad de palabras.